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“No se llega a la verdad añadiendo sino cercenando”, decía poco más o menos un aforismo de las Notas sobre el cinematógrafo de Robert Bresson. Y esto, la otra noche pero en general en todo lo que propone David Mengual, es de lo más pertinente. Cuando hace unos años sacó el doble Mosaic, con un disco en versión de trío y otro con los mismos temas en versión de noneto, me gustaba más el primero. Era más esencial. Más ajustado –creo yo– a la idea de las composiciones. La música de su nuevo cuarteto es realmente calmada. Crece lánguidamente. En ocasiones tortuosamente. Siempre manteniendo unos biorritmos muy bajos. No diré en letargo, pues eso daría a entender que en cualquier momento podían salir de él y recuperar el pulso habitual de las cosas, y eso nunca me pareció que pudiera ser. No tuve nunca esa impresión, pues la determinación que hay en la música de este cuarteto es clara e inequívoca: no quieren participar de lugares comunes, de soluciones o recursos típicos, por lo que no encontraremos crescendos ni diminuendos ni ciertos planteamientos. La música de Slow Quartet es espaciosa, amplia y en cierto modo flotante (cualidad que a veces va adherida a las anteriores así como a la lentitud). Como una sábana extendida al viento a la que le cuesta posarse en tierra. Y en medio de esa holgura se encuentran los cuatro músicos que, por cierto, son bien distintos entre sí. Y esto hay que decirlo, pues Mengual parece haber reunido a su alrededor a tres instrumentistas que tienen unas características y una visión sensiblemente diferentes. ‘Pintxo’ Villar tiene un sonido leñoso y contenido, que elabora con ahínco y con el que trata de evitar emitir más destellos de los que se precisen, más empatía de la que no sea necesaria, restando ese “brillo” típico/tópico del tenor que permite entrar en esas dinámicas de “guiños facilones”. El pianismo de Toni Vaquer, al que creo que no había escuchado antes, tiene algo de minimalista, en el propio toque y en las figuras nimias que va creando como si fueran pañuelos de seda, dibujos que se pliegan y vuelven a dibujarse sobre el trazo anterior (no olvidemos que una de las grandes influencias de los minimalistas americanos La Monte Young, Riley o Reich era precisamente el jazz). Escuchándolo a veces pensaba en Nichols o Waldron, pianistas que deberían estar más presentes aquí y en todas partes. Respecto a Oriol Roca, decir que siempre me ha parecido más un percusionista, o al menos que dentro de su labor como baterista privilegia técnicas y recursos que serían más propios de un percusionista: los timbres, el extraer el sonido físico de los parches (con las manos, por ejemplo), el hecho de que juegue siempre con tipos de ritmos muy diversos. Todo ello lo aleja del swing, sí, pero contribuye a elevar las músicas en las que participa a un estadio mucho más sugerente. Y finalmente el propio líder, Mengual, que quizá tenga algo de todos ellos y aún otra cosa más: parece tocar como piensa. Con este punto de partida, el cuarteto de Mengual hizo cinco largos temas cuyos títulos expresaban una cierta perplejidad y malestar: “Març” (si no lo entendí mal se trataba del mes de marzo, un mes que a mí no me gusta mucho), “Sistema inmunológico”, “Masticando arena” (sobre las impresiones que se tienen al tomar contacto con los media y la real politik), “Marco incomparable” (dedicado a Marco Mezquida) y “Terapia” (que venía asociado con otro tema de Vaquer). La impresión final que tuve de todo el conjunto era la de que estaba ante una propuesta balsámica, paliativa, compensadora. Una música de ideas, de necesidades, una música ante todo humana y que es el reflejo de una expresión, y no la mera consecución de unas lecciones aprendidas. Una música con voluntad de quedarse con lo fundamental, con aquello que es imprescindible en cada planteamiento y en cada tema, eliminando todo lo accesorio, todo lo anodino, o todo aquello que no vaya a aportar nada. En este sentido, hay que valorar también el hecho de que Mengual haya sabido aducir a sus tres compañeros para este especial proyecto. Haciéndoles entrar en su particular mundo. Transmitiéndoles esa convicción. Invitándoles a una conversación adulta, sosegada, tranquila. A una gran calma chicha. Ahora sólo nos queda esperar su disco, si es que llega a hacerse, aunque como ocurre con toda la buena música este último cuarteto de Mengual es para verlo en directo. Jack Torrance, Tomajazz ( January 2013)
Hacía tiempo que no escuchaba a este contrabajista, de hecho no asistí a su último concierto en Jamboree por una confusión de fechas. Ahora al escuchar este “U” me doy cuenta de lo que me perdí. Mengual siempre ha sido un músico de minorías, aun que puede presentarse en eventos como el Woll-Damm Festival de Jazz de Barcelona del 2013, sus seguidores saben que su música no busca el gran público. Tampoco es una persona que sea asiduo de prensa, poca información en la red y muchas ideas para componer. Para la ocasión se rodea de un cuarteto de músicos de la escena local, Oriol Roca a la batería, Toni Vaquer al piano y Pintxo Villar alsaxo. Dedican el primer tema a Mompou, ese Per Frédericcon la participación del chelo de Sandrine Robillard es todo un detalle de buen gusto, precioso.Masticando arena, parece que partimos de viaje, el viejo velero en un principio suena a viejo y un poco romo, pero el viento es favorable, Pintxo Villar con ese soplar potente y al mismo tiempo tan cálido y abierto nos conducirá a buen puerto. Sistema Immunològic, la sección rítmica marca un compás que nos resulta más familiar, de momento el saxo vuelve a convertirse en el solista y conductor del tema. Pero atento a la batería de Oriol Roca, construyendo todo un armazón paralelo muy interesante. También elpiano de Vaquer irá encontrando su lugar, hay tiempo, y detrás pero siempre presente los golpes certeros de Mengual perfectamente audibles para quien los quiera escuchar. Marco incomparable, de nuevo el chelo abriendo camino, jugará a confundirse con el arco del contrabajo y Pintxo Villar volverá a sacar calor de susaxo, increíble como bucea en el sonido este hombre. Març, introducción de piano,escobillas discretas y pequeñas pulsaciones de Mengual para una balada que presagia una primavera lluviosa. La sección rítmica va modificando, el piano tensa el ambiente y a pesar de que parecía inevitable una entrada espectacular de Pintxo Villar, siguiendo la tónica del tema, el saxo entra como si no quisiera hacerse notar. Un tema que en directo debe quitar el aliento durante los casi 9 minutos. El siguiente es Alerta mosques, volvemos al riesgo de componer espacios donde el silencio suma, volvemos al riesgo de tomarse el tiempo necesario para desarrollar los más pequeños detalles, volvemos a la música más atemporal e inclasificable. Gran trabajo de Toni Vaquer al piano. La tortuga ferida, trabajo a dúo de Mengual y Villar para conducir al cuarteto en una introducción que abocará de nuevo a la música libre donde tan bien sabe navegar Mengual. Para terminar Irache, una composición que cierra como había empezado, dejando claro que las fronteras entre el jazz y otras músicas cada día es más estrecha, la pulsación del contrabajo potente y rica en matices e ideas vuelve a subrayar la importancia de David Mengual en el jazz contemporáneo. Por supuesto todas las composiciones son suyas. Cándido Querol, B-Ritmos (Junio 2014)
El pasado miércoles, este contrabajista y compositor catalán que irrumpió con fuerza en la escena española de los noventa (especialmente a partir de su segundo disco, Monkiana) regresaba al pequeño templo del jazz barcelonés con una nueva versión de su Slow Quartet. Del grupo que acompaña a Mengual en la grabación de “U” (Bebyne Records, 2013) aparecen en escena Pintxo Villar (saxofón tenor) y Oriol Roca (batería). El piano, a cargo de Toni Vaquer en el formato anterior, es sustituido ahora por la guitarra eléctrica de Dani Pérez. Un cambio que le imprime al cuarteto un sonido más duro, crudo y cerebral sin perder ese perfil “slow” de sonidos espaciados y climas introspectivos. Desde los primeros minutos del concierto, los músicos parecen estirar el tiempo con un estudiado juego de silencios y complicidades. La agrupación trenza sus líneas de sonido como si con su discurso cuestionase el ritmo desenfrenado de la vida actual y nos abriera una puerta a un mundo que se mueve a otro ritmo. Composiciones ya editadas en el álbum de la banda se enlazan con otras nuevas: Melassa, Masticando Arena, Lasaitu, La Tortuga, Marco Incomparable… Son alrededor de cincuenta minutos de buen jazz sin interrupciones en los que algunos solos juegan como puentes, encadenando un tema con otro. Hay una tensión contenida, oscura, en esos desplazamientos lentos del cuarteto que inclinan el peso de su discurso hacia un instrumento u otro, hasta que ya sobre el final, todo desemboca en un solo intenso y explosivo de Villar. El saxofonista parece arrojarse en una inmersión total explorando en el fondo de sí mismo. Tras ese clímax, el cuarteto nos deja abruptamente en un silencio que permanece suspendido unos instantes en el aire, hasta que en la sala irrumpen los aplausos. Al salir fuera, la vida continúa su ritmo acelerado en las ramblas. Quienes aún llevamos dentro la música del Slow Quartet la contemplamos con otros ojos. Sergio Zeni, Diariofolk (April 2014)